domingo, 7 de julio de 2013

Permanencias.

                               París - Nov/2008.
En el café “La Unión” le confesó su amor a Elena, aquella tarde que a él le pareció  que cualquiera en el local podría haber escuchado el galope del caballo inoportuno que se le había colado en el pecho. Hace ya años de aquello, pero a él le gusta ir allí y recordarla.
También porque los lunes lee el suplemento del periódico del domingo, que le guardan. Los martes porque juega al mus con los dependientes de la ferretería, después de cerrar. Los jueves viene un montón de gente joven a  practicar inglés y le hace gracia mirar y escuchar. Los viernes casi nunca puede ir.  Y los fines de semana, a menudo va con Lola y los niños a merendar, sobre todo en invierno, churros con chocolate.  
Los miércoles también se acuerda de Elena,  pero el local cierra para descanso del personal.

sábado, 27 de abril de 2013

Desastres íntimos.



Sigo haciendo travesuras de niña. A mis 46.
Qué lástima.

Acotando.


                                         Google imágenes.


"Se trata de intentar elevarse, ésta es la palabra, desde el amor más fácil, que también es el más importante, el más fundamental, el más fuerte (eros: primado de la sexualidad), hasta el amor más elevado, más frágil, más incierto quizás: la alegría de dar, primero a sus allegados (philia) y eventualmente al próximo (ágape). Primado de la sexualidad: todos empezamos tomando. Primado del amor: se trata de aprender a dar.

"El niño solo sabe tomar, el adulto es aquel que da", decía Svâmi Prajnâpad. Me gusta mucho esta fórmula, porque permite medir, al menos de manera aproximativa, la parte que permanece en nosotros de infantilismo o de niñería, y la parte de madurez. La parte infantil es la parte que solo sabe tomar o recibir, poseer o guardar. La parte adulta, la parte de la  madurez, es aquella que es capaz de dar. Siempre están las dos, pero de nuevo, partimos desde tan abajo que seguramente podemos elevarnos al menos un poco. Queda  mucho de niño en nosotros; ¡pues entonces no tengamos miedo de crecer un poco! La pareja puede ayudarnos a conseguirlo. Ésa es su grandeza. Ahí reside su nobleza. Y también su dificultad. Los libertinos son personas que no quieren crecer ¡Pobre Don Juan, que sólo sabe desear a aquellas mujeres que no tiene! prisionero de eros: prisionero de sí mismo y de todas las mujeres, de manera absurda, que no tiene, que nunca tendrá. Porque, ¿quién puede poseer a otra persona? Por eso le basta con tomar y con dejar. Se satisface con lo más fácil. La pareja es más difícil, más exigente, y con frecuencia más enriquecedora. Nos enseña aquello a lo que nos obliga: a crecer, a dar, a compartir. "

"Ni el sexo ni la muerte. Tres ensayos sobre el amor y la sexualidad"
(André Comté-Sponville. Paidós, 2012.)

domingo, 14 de abril de 2013

Domingo

            Milagros de lo cotidiano- En casa de mi madre, 16/04/13.

Esta mañana salí a correr y a abrazar el sol. En mi carrera, encontré a un hombre rubio y grande removiendo con un palo el interior de un contenedor de basura. Pasé entre medias de los miembros de una pareja que caminaban distanciados y en silencio. Me cruzé con un minusválido conduciendo un moderno carrito motorizado. Cuando volví a casa, metí una de mis cervezas de importación en el congelador, seleccioné una música apropiada en mi portátil para estirar mis agotados músculos concienzudamente y me relajé. Agradecí a la vida sentirme verdaderamente afortunada.
Esta tarde perseveré hasta convencer a mi madre para salir a dar un paseo por el parque. Íbamos de la mano, my despacito, cuando una joven ciclista pasó a nuestro lado y nos miró.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Por delante.

                                      "Traje de faena"

Cómo le gusta tomar el sol en invierno. Es muy físico. Un valor absoluto. Bueno, tiene que darse la circunstancia añadida  de que el pulso del día le permita tomarse unos instantes relajados para exponerse al aire y a la luz.
Sale al diminuto balcón de su apartamento, después de comer, con una taza de café en una mano y la pasta de té perfecta en la otra. Desde alguna de las viejas casas de enfrente suena una música alta de villancicos rumberos que le traen recuerdos del Sur, de los amigos del Sur, de sus propias raíces del Sur. Navidades al sol.
Cuando entregó la señal para comprar este piso, la venderora  de la agencia le dijo que ya había un proyecto para reconstruir toda esa manzana de casas pertenecientes al  casco viejo. Tal vez la mintió pensando que le desagradaba esta visión de pueblo frente a su vivienda nueva, cuando la verdad es que le encanta.  Aquel verano del 95 que vino aquí, después de conseguir conmover al constructor para que le permitiera instalarse sin tener todavía concedida  la cédula de habitabilidad, con velas, camping gas y agua fría, se escuchaba el gallo por la mañana temprano, y los vecinos de esas casas se sentaban  en la puerta para tomar el fresco por la noche.  Recuerda lo sobresaltada que la despertaban las peleas de gatos en mitad de la noche o cuando… por Dios, ¿han oído alguna vez a un gato en celo?
Le resulta increíble llevar aquí diecisiete años ya, si parece que fuera ayer aquel agosto, cuando cogía una y otra vez el autobús circular para transportar pequeñas cajas con sus cosas desde el piso que compartía con su ex, aquella complicada temporada de transición.
Se cree afortunada cuando mira atrás y siente beatitud para consigo, para con el pasado. Esa conciliación con los errores cometidos,  a modo de cansancio, de perdón, de  borrón y cuenta nueva.  Y aunque haya días marrones en que cree que todo cada vez le es más familiar y conocido; una y otra vez más de lo mismo, también están los otros días, como hoy, días de luz, imposibles para la melancolía.
Finalmente decide que queda mucho por vivir y que cualquier cosa es posible, desde que amanece hasta que el sol se pone. Cada día. Siempre. Si se da permiso.

martes, 4 de diciembre de 2012

Transitando

                               París desde la Basílica Sacre Coeur.  Nov-2008

Hace algunos años, volviendo de un viaje de Semana Santa por los Montes de Toledo, atravesando lo más alto de algún pequeño puerto y bajo un cielo de tormenta cegador de contrastes, cuando apenas habían empezado los relámpagos en la lejanía, mi pareja, que conducía, me había pedido que cambiara la música.  Del estuche de cedés, saqué uno que no tenía títulos de ninguna clase, dispuesta a la sorpresa. Así conocí “Lambarena”, un trabajo homenaje a  Albert Schweitzer  editado por unos artistas algo alternativos versionando a Bach con músicos de Gabón.  
Cierren los ojos e imagínense escuchar este tema bajo un cielo rarísimo. Que llevan una velocidad excesiva para tratarse de una carretera muy secundaria, llena de curvas, y que bajan la ventanilla de su asiento y se dejan abofetear (sí, abofetear,) por un viento templado con olor a campo en primavera y a tormenta. Ese olor...





Hoy visito el  blog sobre “decrecimiento” y leo en su entrada del 2 de diciembre, un texto brillante a mi juicio,  sobre “el poder y la fuerza” extraído del libro “La guerra según Simone Weil” de Maite Larrauri , del que les copio y pego el párrafo final de esa entrada.

“Todo lo que está sometido al contacto de la fuerza está envilecido, cualquiera que sea ese contacto. Golpear o ser golpeado es una y la misma mancha. El frío del acero es igualmente mortal en la empuñadura y en la punta. Todo lo que está expuesto al contacto de la fuerza es susceptible de degradación.” Simone Weil. 

Después, busco ese nombre en Wikipedia y leo que a los 19 años ingresa con la calificación más alta, seguida por Simone de Beauvoir, en la Escuela Normal Superior de París. Curioseo por Simone de Beauvoir y luego por Jean Paul Sartre, que resulta ser hijo de Anne Marie Schweitzer, hermana de Albert Schweitzer, el homenajeado en el disco “Lambarena”. En la wikipágina de Sartre, me encuentro la foto de la tumba donde descansa la pareja; una tumba que encontré por casualidad y también fotografié paseando por el hermoso cementerio de Montparnasse, en el mismo viaje a París en que realizé la foto que encabeza este blog, tomada desde Notredame.

Es curioso cómo transitamos por las ideas, los personajes, las imágenes, los lugares, las músicas. A menudo van y vienen repitiéndose, como si fueran elementos de nuestro destino que se resisten a pasar desapercibidos por nosotros, los escépticos, a ver si de una buena vez les hacemos más caso y conseguimos abrirnos al poso, testigo,  lección  o legado que la vida parece empeñarse en hacernos llegar de alguna forma. Uff. O algo así. O meras casualidades. O limitaciones de la atención. O vaya usted a saber. 
Igual soy una romántica. Qué vergüenza.

M.G. 

domingo, 2 de diciembre de 2012

Momentos




2 de diciembre. Tarde soleada de domingo. Cruza el radiante cielo azul un avión lejano seguido por una breve estela de vapor.
Tras los cristales del mirador, me recuesto en un sillón de orejas.  Cierro un instante los ojos cegada por la luz. Algún gorrión revolotea hasta posarse en las antenas de enfrente. Corro a por la cámara.

Pienso en la edad del sol y me vienen a la cabeza las palabras: sol, edad y soledad.
Qué difícil es compartir la complejidad. Qué agradable y efímera la ilusión de coincidir.

M. G.

sábado, 27 de octubre de 2012

Mi familia y otros animales.


                "Gato gerundense" (Foto de Juanma Alonso)- Gerona/2003

Al bajar, me encuentro en el portal con Esther, la hija de la vecina del segundo A. Permanece ante la escalera de quince peldaños que llevan al primer piso, con el perro salchicha de su madre; un animal viejo con bastante sobrepeso, que parece haberse negado a comenzar la ascensión.
.- Hola, ¡cuánto tiempo!!.-
.- Hola Esther, ¿qué tal? Si… mucho tiempo. Años diría yo.
 El animal ladra un par de veces rotundamente, levantando su cabeza hacia mí.
.- Este perro... todavía conserva potencia para ladrar… pero ya se le ve cansado, ¿eh?.-
.-Como que tiene trece años. Ya no puede subir al sofá, le sube mi madre, ¡con lo que pesa!. Y ya lo ves, cada vez le cuesta más subir las escaleras. Dice mi hermano que cuando ya no pueda salir a la calle, habrá que sacrificarle.
.- Uy, pobre….- El animal baja la cabeza, ¿habrá entendido? .- ¿Y qué tal tu abuelo? Hace mucho que no lo veo.
.- Está bien, sale a dar una vueltecita por la mañana, que le gusta más, y ¡claro! estaréis vosotras trabajando. El abuelo todavía puede…-
.- Vaya, menos mal. - (Ay!)

viernes, 19 de octubre de 2012

Sombras.

                                   (Dentro de una Iglesia. Caminando por el Valle del Pas- Sept-2010)

Humano, falible.  
No hay nada nuevo bajo el sol.  (Eclesiastés)

jueves, 11 de octubre de 2012

Tartas, películas, caminos....

                                  Atravesando aldeas - Camino Sanabrés - 2008

He cenado pronto: un trozo de tarta de queso con castañas y un café. Para tomar café sí era tarde, pero si me mantiene despierta, mejor, así podré ver la película de la uno sin empezar a cabecear hasta no resistirlo más y tener que irme a la cama, lamentado  haberlo intentado siquiera.  Espero que sea una de esas emblemáticas que vi hace mucho tiempo y me traiga recuerdos de cómo era yo entonces, de cómo la interpreté, de cómo la sentí; y que,  por otro lado, no me duela tomar consciencia del paso veloz de 20 ó 30 años, con ese latigazo fugaz en la consciencia, característico. Además, no  madrugo mañana. Tampoco lo hice hoy, día de “San Nicasio”, Patrón de Leganés, fiesta local. Éste habría sido un fin de semana largo perfecto para haberme ido a alguna parte a disfrutar del otoño, a respirar los bosques, a sentir el aire fresco de octubre en alguna cumbre modesta. Pero está ya muy lejos aquel tiempo en que podía cogerme  puentes libremente y marcharme por ahí, sin contar con nadie.
No es que tuviera hambre, pero estaba deseando comprobar la textura del relleno de la tarta. En esta receta, como en todo lo demás, tampoco alcanzo la virtud, la perfección, y mira que la he hecho veces. Aunque reconozco grandes avances, eso sí.  Esta vez mezclé dos paquetes al vacío de castañas asadas, un requesón de 250 g, un brick de nata, bebida de soja, un sobre de cuajada y seis cucharadas pequeñas de azúcar. El sabor es fino, no empalagoso, sabe a castañas y no demasiado a queso. Me gusta el sabor, pero creo que dos sobres de cuajada le darían más consistencia al relleno. La base de la tarta sigue siendo un problema. Una vez  descartada la amalgama de galletas con mantequilla con o sin licor, y la base de hojaldre congelado y horneado con legumbres secas, esta vez seguí  unos consejos que encontré por internet para hornear pasta brisa sin relleno, pero cuando me quise dar cuenta, se había abombado igualmente, así que, abrí la puerta del horno ipso facto a mitad de la cocción (con un par) y le asesté unos buenos pinchotazos más  de tenedor, con lo que bajó y la terminé de hornear sin problemas, pero como los bordes los había recortado a la buena de dios (sería del diablo), pues han quedado francamente feos. Pero sí tengo claro, que le conviene una base fina y sólida, no abizcochada. Creo.  No sé.  Igual me estoy equivocando.  La tarta en su conjunto, una vez fría y desmoldada, presentaba un aspecto aburridísimo, pero vamos,  el asunto de la ornamentación no me preocupa lo más mínimo, de momento. Será algo que dejaré para el final, una vez que haya logrado una base y un relleno que me satisfagan del todo.  (Ilusa. Parece mentira que todavía no te conozcas.)
Todo empezó la Semana Santa de 2004, (recuerdo el año, porque aquél sábado previo, 3 de abril, se inmolaron unos terroristas acorralados de Alqaeda en la barriada de “ Leganés Norte”) en que hicimos cuatro amigas el Camino de Santiago desde El Cebreiro, y aquel primer día, allí arriba, en aquella hermosa aldeíta,  merendamos en un bar pequeño y muy oscuro, unos cafés con sendos trozo de tarta de queso con castañas que nos gustó tanto, que acordamos idear una receta para obtener algo lo más parecido posible a aquella delicia… Aquella Semana Santa, mi cumpleaños cayó en domingo de resurrección. Cómo lloraba en la misa del Peregrino, sobrecogida por el sonido del órgano y del coro y aquel impresionante ritual del botafumeiro.  (¿Y qué pintaba allí? ¿Y por qué lloraba yo, si soy atea? ¿Acaso por eso lloraría? ¿Por encontrar toda aquella ancestral ceremonia con tantísimo público emocionado dedicada a algo inexistente? Tal vez dedicada a la espiritualidad del hombre, que sí existe. A su necesidad de trascendencia...)

Mi primer “Camino” de Santiago.  Llevábamos desde Madrid los alojamientos reservados en preciosas casitas rurales relativamente cercanas al camino (casi todas exhibían fotos de Fraga inaugurándolas), y muy bien estudiado un servicio de transporte para el grueso del equipaje. Hacíamos las caminatas con nuestra mochilita ligera con las que sentíamos verdadero pudor y cierta envidia a la vez,  al encontrarnos con el resto de caminantes maltrechos y felices.
Después hubo más Caminos, pero es curioso, la última vez que lo hice fue también así, con mochila ligerísima, apoyo de bus y alojándonos en hoteles. ¿Se habrá cerrado el ciclo tal y como lo empecé? Me tienta a buscar un significado, un sentido a esa coincidencia, ahora que lo pienso, pero me he vuelto tan tristemente escéptica con eso de "el sentido" de las cosas. Ojalá reaparezca “el camino” en mi vida; o mejor dicho,  “las circunstancias” para volver a hacerlo. Para que me compensen las penurias de las noches en los albergues, las picaduras de todo tipo de insectos, los dolores físicos, etc …  por todo lo demás. Y lo demás es tanto. Tanto… No sé cómo no me da por escribir anécdotas del Camino. Impresiones del Camino. Personajes del Camino.

(Acabo de mirar el título de la película de esta noche:  “La Fuga de Alcatraz”. Cómo le gustaba al viejo esta película. )  

domingo, 2 de septiembre de 2012

Políticos y ciudadanos.

Fulanita, en el desayuno,  ha criticado a los políticos chorizos. Al terminar su turno, se lleva discretamente una caja de guantes de látex a casa.

jueves, 2 de agosto de 2012

Un tal Lacan



                                El bueno de T. y yo-  No me acuerdo por dónde era esto. (Finales del 2009)

Me ha gustado esto que he leído sobre el amor romántico:
 http://inestornabene.com/2010/12/17/lacan-el-amor-la-responsabilidad-y-la-culpa/

viernes, 13 de julio de 2012

Cosas que (me) pasan.


                               Hojas de plátano - google imágenes

Me siento en la terraza de la casa de mi madre. La escasa luz que queda del día apaga los colores resultándome todo más íntimo y discreto. Las copas de los plátanos de enfrente (es un tercer piso) se mecen a unos pocos metros de mi cara. Un concierto de hojas mecidas por el viento, con rabia contenida, me enajena aún más la mente.
Hoy no me apetecía preparar nada para la cena, así que le he puesto a ella un plato con uvas, ciruelas, un queso fresco pequeño y un trozo de dulce de membrillo, con su pequeña ración de pan, claro está (con el pan no se juega).
.- Mami: esta es tu cena. ¿Te acuerdas que nos hemos comido un helado hace un rato sentadas en el parque?.- (Yo sé que no se acuerda, pero bueno).- ¿O tienes más hambre?.-
.- Huy, no, no. Con esto vale.- Pero qué bendito conformar tiene, la pobre.

He salido a la terraza mientras ella veía el telediario, con mi cerveza de importación. Afortunadamente no tengo eso que llaman "tripa cervecera", pero peco casi cada día. Aún así me desabrocho el botón de la cinturilla del pantalón para sentarme en esta silla vieja con las patas recortadas, realmente cómoda. Me concentro en sentir como las fibras de mi ser empiezan a aflojarse muy poco a poco. Al fin a salvo. 
El aire, el sonido que  producen las hojas al rozarse y la nebulosa producida por los 7 grados de alcohol en mi pensamiento, diluyen efectivamente la violencia de este día agotador.

Esta mañana, cinco horas en la sala de espera del juzgado de lo social número 16 de Madrid, hasta celebrarse la vista de un juicio en el que a mi jefa y a mí nos acusan de acoso por uno de esos "seres" a quienes los funcionarios debemos la fama de personas poco trabajadoras, y por la tarde he ido a firmar la operación de la compra de un coche que no sé cuándo ni de qué manera me atreveré a ir a recoger.

Ay, qué cansada estoy de todo, de verdad. Y qué floja me siento.
Pero no se lo digan a nadie.



sábado, 23 de junio de 2012

Nortes.



                                            (Osa mayor y Osa menor - Flickr El_ hoyfonta)

Escucho la canción de Sabina que incluía la selección que pusiste en tu coche al volver. La identifiqué al fin el jueves, investigando por las webs de música y letras. Sólo recordaba algo de unos labios que sacan de quicio y un corazón viajando en un cascarón de nuez… Todavía no sé si Sabina es otra de nuestras “cosas en común”, pero lo cierto es que cuando escuché las primeras estrofas del tema y exclamé -¡Huy, qué bonita ésta!.- tú después susurraste casi toda la letra. No sólo el estribillo.
(Estribillo. Es posible, pero sólo posible, que algún día te cuente que hace muchos años, cuando Juan Antonio, “el cura”, venía mucho por casa,  una vez me encargó que copiara la letra de una canción en cuartillas manuscritas,  con mi pulcra y recién estrenada caligrafía de niña, para colocarlas en las sillas de la iglesia antes de la misa del domingo. Cuando se repetían las mismas estrofas de la canción, yo escribí en todas aquellas cuartillas “Estilibrillo”, y él me corrigió aquél mismo domingo, acabada la misa, con aquella ternura que le caracterizaba, añadiendo que la palabra que yo había inventado era mucho más bonita que la verdadera).
Por cierto, ¿te has dado cuenta de que hoy, el doodle-google homenajea al autor del sistema binario? Algo hablamos la otra noche, sentados sobre las rocas y bajo las estrellas (ay Dios!, qué bonito es mirar dos el mismo norte),  inspirados seguramente por el cava "semifrío", sobre lo que podría ser la realidad última de las verdades eternas: una especie de configuración de unos y ceros.  
A ti también parecía divertirte vagabundear por esas gravedades.
No me importaría nada, pero nada de nada, que fueras tú mi próximo desastre.  
M.G.

domingo, 22 de abril de 2012

Luz, serotonina, alegría, corazón, qué sé yo!!


                                             Google cursilerías, digo imágenes.

Llevo, sin proponérmelo, toda la santa mañana contactando de una forma u otra con gente para darle sinceramente las gracias por algo.
¿Será la causa por la que mi corazón late contento y pleno? ¿o será el efecto?
Ay!

domingo, 15 de abril de 2012

De vuelta.

                                          

  Valle de Baztán- Navarra. Semana Santa-2012


Me acurruco en el gallinero: la fila corrida de asientos al final del bus. Sobre mi chaqueta enrollada apoyo el hueco de la nuca. La mayoría dormita estas primeras horas de trayecto después de comer. La humedad se respira en este espacio cerrado, formada por nuestras ropas y paraguas empapados, la calefacción y el frío exterior. De vez en cuando irrumpen las carcajadas de Javier vacilando con las chicas. Amalia va sosteniendo el equilibrio por el estrecho pasillo entre los asientos,  mientras va pasando la hoja de las direcciones de correo para intercambiarnos fotos e intentar mantener un contacto que tiende a expirar una vez acabado el viaje y fuera de su contexto.  Fernando duerme tendido en el resto de los asientos a mi lado. Se estremece cuando sus pies sin botas alcanzan el montón de cosas que he dispuesto a mi izquierda. Levanta la cabeza y dice “perdón”. Sobre las bandejas toda una gama de colores aplicada a la última tecnología en prendas térmicas, impermeables y transpirables.  Viaje de vuelta: el paréntesis se cierra.
Contemplo el paisaje lejano tras la ventana surcada por multitud de gotas de lluvia que siguen el mismo recorrido. Un horizonte formado por la  silueta escarpada de montañas al fondo, oscura, recortada bajo un cielo nuboso y gris.
Ya es mía para siempre, como toda experiencia, la ascensión del Saioa, y mientras la recuerde, la majestuosa imagen al descender y abrirse las veloces nubes sobre  nosotros y sobrecogernos la nitidez brutal del verde mojado y brillante de Navarra. La conmovedora imagen de aquellos individuos detenidos ante la inesperada visión. (Arriba nos había nevado y vapuleado el viento con saña.)
Ahora en el bus, rememorando el viaje, cierro los ojos y revivo el paseo de hoy por el “Señorío de Bértiz”, y en este sopor, imagino, sueño o intuyo, no sabría definirlo, toda suerte de rincones y escondrijos por el hayedo, inaccesibles oquedades para el hombre. 
De pronto, como si fuera yo un cérvido, siento un pulso  acelerado como de corretear por las laderas ocres y empinadas, haciendo crujir levemente la hojarasca  aun mojada, bajo mis cuatro patas. Todo ese manto húmedo de otoños estratificados y brinco sobre las hayas abatidas, sobre los putrefactos tocones donde la vida  invisible se alimenta de la muerte evidente. Alcanzo un regato y asciendo por él,  para no dejar huellas.  Escucho el sonido seco de las piedras al chocar unas con otras bajo mis pezuñas...

jueves, 8 de marzo de 2012

Viendo estos días el telediario recuerdo aquella consigna del 15-M: "no hay pan para tanto chorizo".
Nos ha dado por creer que el dinero puede comprarlo todo.

domingo, 26 de febrero de 2012

La sabiduría del cuerpo.

                                             Domingo 27/02/12; 09:15 h.

Es algo así como la magia. El truco consiste en que es veintimuchos de febrero y son apenas las nueve de la mañana, motivo por el que el planeta Tierra tiene en este instante esta posición exacta en la rotación de su eje y alrededor de sol, no hay nubes sobre mi ciudad, la puerta de la terraza está abierta y el sol se refleja en el cristal, proyectándose su luz dentro de mi cocina. Así de casual y ajeno a mi voluntad. Así de regalado.

Lo que no sé con exactitud es qué ocurre en mi cerebro que de repente soy muy feliz. Soy yo, la de siempre, la que sigue disfrutando como una loca con estos placeres incuestionables y efímeros. Nada privilegiados y gratis. Sentidos con los sentidos.

Y entonces me viene  a la memoria aquel párrafo que copié en mi agenda, del libro prestado: "La mujer que buceó en el corazón del mundo" de Sabina Berman :

"... Descartes no sólo escribió sobre la forma humana de pensar. Escribió otros libros sobre la forma de hacer ciencia, que afortunadamente nunca leí. Y también escribió hacia el final de su vida un libro muy delgado sobre la felicidad que sí leí, y que es por desgracia menos conocido que los otros. Después de muchas palabras y veinticinco hojas, Descartes escribió que la felicidad es un asunto de los sentidos. Ver, oir, tocar, oler, saber con la lengua; esa es la felicidad. Para ser feliz basta sentir con los sentidos y sin palabras. Basta estar con el cuerpo entero en la realidad..."

(Sublime momento de luz al que hay que añadir el agradable frescor que entra de fuera y evoca premonitoriamente el final del invierno, el sonido del canto de los pájaros y el glorioso desayuno de taza y media de café con leche con tres descomunales porras recien hechas. Tres.)

M.G.H.

sábado, 25 de febrero de 2012

Mañanas de sábado con Radio 3.

                                             Humedades bajo la puerta del baño- Bansko (Bulgaria)- Jun/08




Este fin de semana le tocaba a mi hermana quedarse con nuestra madre y yo, tenía verdadero mono de estar en casa, y la casa, necesidad de ser limpiada y puesta en orden.  Me levanté a las ocho y media creyendo que era una hora más tarde. Cada vez me equivoco más a menudo al mirar los relojes. (Ah, caray!! No sé qué diablos puede neurológicamente significar esto).
Como “La Banda de Marcial” no había propuesto nada esta semana, decidí no salir con las agencias de senderismo, y es que ya me he acostumbrado a no pagar por caminar. Así que durante toda la mañana y hasta bien entrada la tarde, me he dedicado a hacer tareas domésticas, labores de ama de casa, pero en mi propia casa. 
He disfrutado, como siempre, escuchando los programas musicales de Radio Tres, comenzando con un programa para niños en el que participaba Juan Gamba, aquel chico encantador que nos dio el cursillo de “clown y cuentacuentos”. Después las músicas del mundo de “El Este” y “Mundo Babel”. En el primero, además de viajar con el alma a lugares remotos por  el tiempo y el espacio a través de su música, es gozoso también escuchar el guión de la locutora. Os enlazaría con el programa de hoy de “Mundo Babel” pero no tiene podcasts actualizados, lo cual considero que es una verdadera pena. Sí es posible volver a escuchar el primero, que os recomiendo encarecidamente:
Y para terminar esta entrada, y siguiendo con Radio Tres, reproduzco aquí la frase con la que al gran y polifacético  Ramón Trecet le gustaba terminar sus programas de “Diálogos Tres”.
Buscad la belleza. Es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo”.
M.G.H.

viernes, 24 de febrero de 2012

Pues claro que sí: Spinoza


Altos Pirineos - Sept-2009

De la obra: “Ética demostrada según el orden geométrico” (1675) Spinoza.

"De la parte tercera: de la definición y naturaleza de los afectos

“DEFINICIÓN GENERAL DE LOS AFECTOS:
Un afecto, que es llamado pasión del ánimo, es una idea confusa, en cuya virtud el alma afirma de su cuerpo o de alguna de sus partes una fuerza de existir mayor o menor que antes, y en cuya virtud también, una vez dada esa idea, el alma es determinada a pensar tal cosa más bien que tal otra. EXPLICACIÓN: Digo, en primer lugar, que un afecto o pasión del ánimo es una idea confusa. En efecto: hemos mostrado (ver Proposición 3 de esta Parte) que el alma sólo padece en la medida en que tiene ideas inadecuadas, o sea, ideas confusas. Digo, además, en cuya virtud el alma afirma de su cuerpo o de alguna de sus partes una fuerza de existir mayor o menor que antes. En efecto: todas las ideas que acerca de los cuerpos tenemos revelan más bien (por el Corolario 2 de la Proposición 16 de la Parte II) la constitución actual de nuestro cuerpo que la naturaleza del cuerpo exterior; ahora bien, esta idea que constituye la forma de un afecto debe revelar o expresar la constitución misma que el cuerpo, o alguna de sus partes, tiene, en virtud del hecho de que la potencia de obrar del mismo, o sea, su fuerza de existir, aumenta o disminuye, es favorecida o reprimida. Pero debe observarse que cuando digo una fuerza de existir mayor o menor que antes, no quiero decir que el alma compare la constitución presente del cuerpo con la pretérita, sino que la idea que constituye la forma del afecto, afirma del cuerpo algo que implica, realmente, una mayor o menor realidad que antes. Y, puesto que la esencia del alma consiste (por las Proposiciones 11 y 13 de la Parte II) en afirmar la existencia actual de su cuerpo, y puesto que nosotros entendemos por «perfección» la esencia misma de una cosa, se sigue, por consiguiente, que el alma pasa a una mayor o menor perfección cuando le acontece que afirma de su cuerpo o de alguna de sus partes algo que implica una mayor o menor realidad que antes. Así, pues, cuando he dicho más arriba que la potencia de pensar del alma aumentaba o disminuía, no he querido decir sino que el alma había formado de su cuerpo, o de alguna de sus partes, una idea que expresaba una realidad mayor o menor de la que con anterioridad había afirmado de su cuerpo. Pues la importancia de las ideas, y la potencia actual de pensar, se valoran a tenor de la importancia del objeto. He añadido, en fin, en cuya virtud también, una vez dada esta idea, el alma es determinada a pensar tal cosa más bien que tal otra, con el objeto de expresar asimismo, además de la naturaleza de la alegría y la tristeza —que la primera parte de la definición explica— la naturaleza del deseo.” PROPOSICIÓN LV: “Cuando el alma imagina su impotencia, se entristece”: Demostración: La esencia del alma afirma sólo aquello que el alma es y puede, o sea: es propio de la naturaleza del alma imaginar solamente lo que afirma su potencia de obrar (por la Proposición anterior). Así pues, cuando decimos que el alma, al considerarse a sí misma, imagina su impotencia, no decimos sino que, al esforzarse el alma por imaginar algo que afirma su potencia de obrar, ese esfuerzo suyo resulta reprimido, o sea (por el Escolio de la Proposición 11 de esta Parte), que se entristece. Q.E.D. Corolario: Esta tristeza es tanto más alentada en la medida en que el alma imagina ser vituperada por otros, lo cual se demuestra del mismo modo que el Corolario de la Proposición 53 de esta Parte. Escolio: Esa tristeza acompañada de la idea de nuestra debilidad se llama humildad; y la alegría que surge de la consideración de nosotros mismos se llama amor propio o contento de sí mismo. Y como esta alegría se renueva cuantas veces considera el hombre sus virtudes, o sea, su potencia de obrar87, de ello resulta que cada cual se apresura a narrar sus gestas, y a hacer ostentación de las fuerzas de su cuerpo y de su ánimo, y por esta causa los hombres son mutuamente enfadosos. De ello se sigue también que los hombres sean por naturaleza envidiosos (ver el Escolio de la Proposición 24 y el Escolio de la Proposición 32 de esta Parte), o sea, que se complazcan en la debilidad de sus iguales, y, al contrario, se entristezcan a causa de su virtud. Pues cada vez que uno imagina sus propias acciones, es afectado de alegría (por la Proposición 53 de esta Parte), y tanto mayor, cuanto mayor perfección piensa que expresan esas acciones, y cuanto más distintamente las imagina, es decir (por lo dicho en el Escolio 1 de la Proposición 40 de la, Parte II), cuanto más pueda distinguirlas de las otras y considerarlas como cosas singulares. Por ello, cada cual, al considerarse a sí mismo, obtendrá la máxima complacencia cuando advierta en sí mismo algo que niega de los demás. Pero si refiere aquello que afirma de sí mismo a la idea universal de «hombre» o «animal», no se complacerá tanto, y, desde luego, se entristecerá si imagina que sus acciones, comparadas con las acciones de otros, son más débiles, cuya tristeza (por la Proposición 28 de esta Parte) se esforzará en rechazar, interpretando torcidamente las acciones de sus iguales, o adornando las suyas todo lo que pueda. Está claro, pues, que los hombres son por naturaleza proclives al odio y la envidia, y a ello contribuye la educación misma. Pues los padres suelen incitar a los hijos a la virtud con el solo estímulo del honor y la envidia. Acaso quede algún motivo de duda, pues no es raro que admiremos las virtudes de los hombres y los veneremos. Para apartar esa posibilidad de duda, añadiré el siguiente Corolario. Corolario: Nadie envidia por su virtud a alguien que no sea su igual. Demostración: La envidia es el odio mismo (ver el Escolio de la Proposición 24 de esta Parte), o sea (por el Escolio de la Proposición 13 de esta Parte), una tristeza, esto es (por el Escolio de la Proposición 11 de esta Parte), una afección que reprime el esfuerzo del hombre, o sea, su potencia de obrar. Ahora bien, el hombre (por el Escolio de la Proposición 9 de esta Parte) no se esfuerza en hacer ni desea hacer sino lo que puede seguirse de su naturaleza tal como está dada; luego el hombre no deseará predicar de sí mismo ninguna potencia de obrar o, lo que es lo mismo, ninguna virtud, que sea propia de la naturaleza de otro y ajena a la suya, y, por tanto, su deseo no puede ser reprimido, esto es (por el Escolio de la Proposición 11 de esta Parte), no puede entristecerse, por el hecho de reconocer alguna virtud en otro que sea distinto a él, y, por consiguiente, tampoco puede envidiarlo. Pero sí envidiará a su igual, cuya naturaleza supone ser la misma que la suya. Q.E.D. Escolio: Así pues, cuando hemos dicho más arriba, en el Escolio de la Proposición 52 de esta Parte, que nosotros veneramos a un hombre porque nos asombramos de su prudencia, su fuerza, etc., ello sucede (como es evidente por la misma Proposición) porque imaginamos que dichas virtudes están en él de un modo singular, y no como algo común a nuestra naturaleza, y, por ello, no se las envidiaremos más de lo que envidiamos a los árboles su altura, a los leones su fuerza, etc.
De la parte cuarta: de la servidumbre humana o de la fuerza de los afectos).
PROPOSICIÓN LV La mayor soberbia, y la mayor abyección, son la mayor ignorancia de sí mismo. Demostración: Esta Proposición es evidente por las Definiciones 28 y 29 de los afectos (XXVIII.— La soberbia consiste en estimarse a uno mismo, por amor propio, en más de lo justo. EXPLICACIÓN: La soberbia se diferencia, pues, de la sobreestimación, en que ésta se refiere a un objeto exterior, y la soberbia, en cambio, se refiere al hombre mismo que se estima en más de lo justo. Además, así como la sobreestimación es un efecto o propiedad del amor, así la soberbia es un efecto o propiedad del amor propio, el cual puede definirse, por ello, a su vez, como clamor de sí mismo, o el contento de sí mismo, en cuanto afecta al hombre de tal modo que se estima & sí mismo en más de lo justo (ver el Escolio de la Proposición 26 de esta Parte). Este afecto no tiene contrario, pues nadie se estima a sí mismo, por odio hacia sí mismo, en menos de lo justo; es más: nadie se estima a sí mismo en menos de lo justo por el hecho de imaginar que no puede esto o aquello. Pues el hombre imagina necesariamente todo cuanto imagina que no puede hacer, y esta imaginación lo conforma de tal manera que realmente no puede hacer lo que imagina que no puede. En tanto que imagina, en efecto, que no puede hacer tal o cual cosa, no se determina a hacerla y, consiguientemente, le es imposible hacerla. Ahora bien, si nos fijamos en lo que depende sólo de la opinión ajena, podremos concebir que se dé la posibilidad de que un hombre se estime en menos de lo justo: efectivamente, puede ocurrir que un hombre, al considerar tristemente su debilidad, imagine ser despreciado por todos, siendo así que a los demás ni se les ha ocurrido despreciarlo. Además, un hombre puede estimarse en menos de lo justo si niega de sí mismo, en el momento presente, algo que tiene relación con el tiempo futuro, que es incierto para él, como cuando niega que él pueda concebir nada con certeza, o que pueda desear, u obrar, nada que no sea malo o deshonesto, etc. Podemos decir, en fin, que alguien se estima en menos de lo justo cuando vemos que, por excesivo miedo a la vergüenza, no se atreve a hacer aquello a que se atreven otros iguales a él. Podemos, pues, oponer este afecto —que llamaré abyección— a la soberbia, pues así como del contento de sí mismo brota la soberbia, de la humildadnace la abyección, la cual, por ende, definimos como sigue.

 XXIX. —La abyección consiste en estimarse, por tristeza, en menos de lo justo.
EXPLICACIÓN: Sin embargo, solemos oponer a menudo la humildad a la soberbia, pero, al obrar así, atendemos más bien a los efectos de ambas que a su naturaleza. Solemos, en efecto, llamar «soberbio» a quien se gloría en exceso (ver Escolio de la Proposición 30 de esta Parte), a quien, cuando habla de sí mismo, menciona sólo virtudes, y sólo vicios cuando habla de los demás; quiere ser preferido a todos y, en fin, se presenta con la misma gravedad y atuendo que suelen usar otros que están muy por encima de él. Por contra, llamamos «humilde» a quien se ruboriza a menudo, confiesa sus vicios y habla de las virtudes de los demás, cede ante todos y, en fin, anda con la cabeza baja y descuida su atavío. Por lo demás, estos afectos —la humildad y la abyección— son rarísimos, pues la naturaleza humana, considerada en sí misma, se opone a ellos cuanto puede (ver Proposiciones 13 y 54 de esta Parte), y de esta suerte, quienes son reputados más abyectos y humildes, son por lo general los más ambiciosos y envidiosos)

PROPOSICIÓN LXI El deseo que nace de la razón no puede tener exceso.
Demostración: El deseo, considerado en absoluto (por la Definición 1 de los afectos), es la misma esencia del hombre, en cuanto se la concibe como determinada de algún modo a hacer algo; y así, el deseo que brota de la razón, esto es (por la Proposición 3 de la Parte III), el que se engendra en nosotros en la medida en que obramos, es la esencia o naturaleza misma del hombre, en cuanto concebida como determinada a obrar aquello que se concibe adecuadamente por medio de la sola esencia del hombre (por la Definición 2 de la Parte III); así, pues, si ese deseo pudiera tener exceso, entonces la naturaleza humana, considerada en sí sola, podría excederse a sí misma, o sea, podría más de lo que puede, lo cual es contradicción manifiesta, y, por ende, ese deseo no puede tener exceso. Q.E.D.
PROPOSICIÓN LXIX La virtud del hombre libre se muestra tan grande cuando evita los peligros como cuando los vence.
Demostración: Un afecto no puede ser aminorado ni suprimido más que por un afecto contrario, y más fuerte que el que se trata de reprimir (por la Proposición 7 de esta Parte). Ahora bien, la audacia ciega y el miedo son afectos que pueden concebirse como igualmente grandes (por las Proposiciones 5 y 3 de esta Parte). Por consiguiente, se requiere una virtud o fortaleza del ánimo (ver su Definición en el Escolio de la Proposición 59 de la Parte III) igualmente grande para reprimir la audacia que para reprimir el miedo; es decir (por las Definiciones 40 y 41 de los afectos), un hombre libre evita los peligros mediante una virtud del ánimo igual a aquella con que intenta vencerlos. Q.E.D. Corolario: En un hombre libre, pues, una huida a tiempo revela igual firmeza que la lucha; o sea, que el hombre libre elige la huida con la misma firmeza o presencia de ánimo que el combate. Escolio: He explicado en el Escolio de la Proposición 59 de la Parte III qué es la firmeza, o qué entiendo por ella. Por «peligro» entiendo todo lo que puede ser causa de algún mal: de tristeza, de odio, de discordia, etc.
PROPOSICIÓN LXXII Un hombre libre nunca obra dolosamente, sino siempre de buena fe. Demostración: Si un hombre libre, en cuanto que es libre, hiciese algo dolosamente, lo haría según el dictamen de la razón (pues sólo en esa medida lo llamamos libre), y así, obrar dolosamente sería una virtud (por la Proposición 24 de esta Parte), y, por consiguiente (por la misma Proposición), obrar dolosamente sería lo mejor que un hombre avisado podría hacer para conservar su ser; esto es (como es por sí notorio), lo mejor para hombres avisados sería concordar sólo en las palabras, siendo en realidad contrarios entre sí, lo cual (por el Corolario de la Proposición 31 de esta Parte) es absurdo. Luego un hombre libre, etc. Q.E.D. Escolio: Si ahora se pregunta, en el supuesto de que un hombre, mediante la perfidia, pudiera librarse de un inminente peligro de muerte, ¿acaso la regla de la conservación de su ser no le aconsejaría, sin duda alguna, que fuese pérfido? Se responderá de la misma manera: que, si la razón aconsejase eso, lo aconsejaría a todos los hombres; y, de esta suerte, la razón aconsejaría absolutamente a los hombres no contraer más que pactos dolosos en orden a unir sus fuerzas y contar con leyes comunes; es decir, aconsejaría, en realidad, que no tuviesen leyes comunes, lo cual es absurdo.
PROPOSICIÓN LXXIII El hombre que se guía por la razón es más libre en el Estado, donde vive según leyes que obligan a todos, que en la soledad, donde sólo se obedece a sí mismo.
Demostración: Al hombre que se guía por la razón no es el miedo el que le lleva a obedecer (por la Proposición 63 de esta Parte), sino que, en la medida en que se esfuerza por conservar su ser según el dictamen de la razón - esto es (por el Escolio de la Proposición 66 de esta Parte), en cuanto que se esfuerza por vivir libremente— desea sujetarse a las reglas de la vida y utilidad comunes(por la Proposición 37 de esta Parte), y, por consiguiente (como hemos mostrado en el Escolio 2 de la Proposición 37 de esta Parte), desea vivir según la legislación común del Estado. El hombre que se guía por la razón desea, por tanto, para vivir con mayor libertad, observar las leyes comunes del Estado. Q.E.D. Escolio: Estas cosas, y las otras semejantes que hemos mostrado acerca de la verdadera libertad del hombre, tienen que ver con la fortaleza, esto es (por el Escolio de la Proposición 59 de la Parte III), con la firmeza y la generosidad. No creo que valga la pena demostrar aquí, por separado, todas las propiedades de la fortaleza, y mucho menos demostrar que el varón de ánimo fuerte no odia a nadie, no se irrita contra nadie, a nadie envidia, contra nadie se indigna, no siente desprecio por nadie y no experimenta la menor soberbia. Ya que esto, y todo lo que tiene que ver con la verdadera vida y la verdadera religión, se infieren con facilidad de las Proposiciones 37 y 46 de esta Parte; a saber, que el odio ha de ser vencido por su contrario el amor, y que todo el que se guía por la razón desea también para los demás el bien que apetece para sí mismo. A ello se añade lo que hemos comentado en el Escolio de la Proposición 50 de esta Parte y en otro lugares, a saber: que el varón de ánimo fuerte considera ante todo que todas las cosas se siguen de la necesidad de la naturaleza divina, y, por ende, sabe que todo cuanto piensa ser molesto y malo, y cuanto le parece inmoral, horrendo, injusto y deshonroso, obedece a que su concepción de las cosas es indistinta, mutilada y confusa; y, por esta causa, se esfuerza sobre todo por concebir las cosas tal como son en sí, y por apartar los obstáculos que se oponen al verdadero conocimiento, tales como el odio, la ira, la envidia, la irrisión, la soberbia y los demás de este estilo, que hemos comentado con anterioridad; y de esta suerte, se esfuerza cuanto le es posible, como hemos dicho, por obrar bien y estar alegre. En la parte siguiente demostraré hasta dónde se extiende la humana virtud para conseguir esto, y cuál es el alcance de su potencia.
PROPOSICIÓN XXXVII El bien que apetece para sí todo el que sigue la virtud, lo deseará también para los demás hombres, y tanto más cuanto mayor conocimiento tenga de Dios.
Demostración: Los hombres, en cuanto que viven bajo la guía de la razón, son lo más útil que hay para el hombre (por el Corolario 1 de la Proposición 35 de esta Parte), y de esta suerte (por la Proposición 19 de esta Parte), es conforme a la guía de la razón el que nos esforcemos necesariamente por conseguir que los hombres vivan, a su vez, bajo la guía de la razón. Pero el bien que para sí apetece todo el que vive según el dictamen de la razón, esto es (por la proposición 24 de esta Parte), el que sigue la virtud, consiste en conocer (por la Proposición 26 de esta Parte); por consiguiente, el bien que todo aquel que sigue la virtud apetece para sí, lo deseará también para los demás hombres. Además, el deseo, en cuanto referido al alma, es la esencia misma de ésta (por la Definición 1 de los afectos); ahora bien, la esencia del alma consiste en el conocimiento (por la Proposición 11 de la Parte II), que implica el de Dios (por la Proposición 47 de la parte II) y sin el cual (por la Proposición 15 de la Parte I) no puede ser ni concebirse. Por tanto, cuanto mayor conocimiento de Dios está implícito en la esencia del alma, tanto mayor será el deseo con que el que sigue la virtud querrá para otro lo que apetece para sí mismo. Q.E.D. De otra manera: El hombre amará con más constancia el bien que ama y apetece para sí si ve que otros aman eso mismo (por la Proposición 31 de la Parte III), y de este modo (por el Corolario de la misma Proposición) se esforzará en que los demás lo amen; y dado que ese bien (por la Proposición anterior) es común a todos, y todos pueden gozar de él, se esforzará entonces (por la misma razón) para que todos gocen de él, y tanto más (por la Proposición 37 de la parte III) cuanto más disfrute él de dicho bien. Q.E.D. Escolio I: Quien se esfuerza, no en virtud de la razón, sino en virtud del solo afecto, en que los demás amen lo que él ama, y en que los demás acomoden su vida a la índole de él, actúa sólo por impulso, y por ello se hace odioso, y sobre todo a aquellos a quienes agradan otras cosas, y que, por ello, se empeñan y se esfuerzan a su vez, también por impulso, en que los demás acomoden sus vidas a la índole de ellos. Además, puesto que el supremo bien que los hombres apetecen en virtud del afecto es, a menudo, tal que uno solo puede poseerlo, de aquí proviene que los que aman no sean consecuentes consigo mismo, y, al mismo tiempo que se complacen en cantar las alabanzas de la cosa que aman, temen ser creídos. Pero quien se esfuerza en guiar a los demás según la razón, no obra por impulso, sino con humanidad y benignidad, y es del todo consecuente consigo mismo …
PROPOSICIÓN LXIV El conocimiento del mal es un conocimiento inadecuado.
Demostración: El conocimiento del mal (por la Proposición 8 de esta Parte) es la tristeza misma, en cuanto que somos conscientes de ella. Ahora bien, la tristeza consiste en el paso a una menor perfección (por la Definición 3 de los afectos) y, por ello, no puede entenderse por medio de la esencia misma del hombre (por las Proposiciones 6 y 7 de la Parte III); por ende (por la Definición 2 de la Parte III), es una pasión, la cual (por la Proposición 3 de la Parte III) depende de ideas inadecuadas, y, por consiguiente (por la Proposición 29 de la Parte II), su conocimiento, o sea, el conocimiento del mal, es inadecuado. Q.E.D. Corolario: De aquí se sigue que si el alma humana no tuviera más que ideas adecuadas no formaría noción alguna del mal.
(Parte quinta: del poder del entendimiento o de la libertad humana.)
PROPOSICIÓN XXV El supremo esfuerzo del alma, y su virtud suprema, consiste en conocer las cosas según el tercer género de conocimiento.
Demostración: El tercer género de conocimiento progresa, a partir de la idea adecuada de ciertos atributos de Dios, hacia el conocimiento adecuado de la esencia de las cosas (ver su Definición en el Escolio 2 de la Proposición 40 de la Parte II). Cuanto más entendemos las cosas de este modo, tanto más (por la Proposición anterior) entendemos a Dios y, por ende, (por la Proposición 28 de la Parte IV), la suprema virtud del alma, esto es (por la Definición 8 de la Parte IV), su potencia o naturaleza suprema, o sea (por la Proposición 7 de la Parte III), su supremo esfuerzo, consiste en conocer las cosas según el tercer género de conocimiento. Q.E.D.

PROPOSICIÓN XXVI Cuanto más apta es el alma para entender las cosas según el tercer género de conocimiento, tanto más desea entenderlas según dicho género.
Demostración: Es evidente. Pues en la medida en que concebimos que el alma es apta para entender las cosas según ese género de conocimiento, en esa medida la concebimos como determinada a entender las cosas según dicho género, y, consiguientemente (por la Definición 1 de los afectos), cuanto más apta es el alma para eso, tanto más lo desea. Q.E.D.
PROPOSICIÓN XXVII Nace de este tercer género de conocimiento el mayor contento posible del alma. Demostración: La suprema virtud del alma consiste en conocer a Dios (por la Proposición 28 de la Parte IV), o sea, entender las cosas según el tercer género de conocimiento (por la Proposición 25 de esta Parte), y esa virtud es tanto mayor cuanto más conoce el alma las cosas conforme a ese género (por la Proposición 24 de esta Parte). De esta suerte, quien conoce las cosas según dicho género pasa a la suprema perfección humana, y, por consiguiente (por la Definición 2 de los afectos), resulta afectado por una alegría suprema, y (por la Proposición 43 de la Parte II) acompañada por la idea de sí mismo y de su virtud; por ende (por la Definición 25 de los afectos), de ese género de conocimiento nace el mayor contento posible. Q.E.D.
PROPOSICIÓN XLII La felicidad no es un premio que se otorga a la virtud, sino que es la virtud misma, y no gozamos de ella porque reprimamos nuestras concupiscencias, sino que, al contrario, podemos reprimir nuestras concupiscencias porque gozamos de ella.
Demostración: La felicidad consiste en el amor hacia Dios (por la Proposición 36 de esta Parte, y su Escolio), y este amor brota del tercer género de conocimiento (por el Corolario de la Proposición 32 de esta Parte); por ello, dicho amor (por las Proposiciones 59 y 3 de la Parte III) debe referirse al alma en cuanto que obra, y, por ende (por la Definición 8 de la Parte IV), es la virtud misma; que era lo primero. Además, cuanto más goza el alma de este amor divino, o sea, de esta felicidad, tanto más conoce (por la Proposición 32 de esta Parte), esto es (por el Corolario de la Proposición 3 de esta Parte), tanto mayor poder tiene sobre los afectos, y (por la Proposición 38 de esta Parte) tanto menos padece por causa de los afectos que son malos. Y así, en virtud de gozar el alma de ese amor divino o felicidad, tiene el poder de reprimir las concupiscencias; y, puesto que la potencia humana para reprimir los afectos consiste sólo en el entendimiento, nadie goza entonces de esa felicidad porque reprima sus afectos, sino que, por el contrario, el poder de reprimir sus concupiscencias brota de la felicidad misma. Q.E.D. Escolio: Con esto concluyo todo lo que quería mostrar acerca del poder del alma sobre los afectos y la libertad del alma. En virtud de ello, es evidente cuánto vale el sabio, y cuánto más poderoso es que el ignaro, que actúa movido sólo por la concupiscencia. Pues el ignorante, aparte de ser zarandeado de muchos modos por las causas exteriores y de no poseer jamás el verdadero contento del ánimo, vive, además, casi inconsciente de sí mismo, de Dios y de las cosas, y, tan pronto como deja de padecer, deja también de ser. El sabio, por el contrario, considerado en cuanto tal, apenas experimenta conmociones del ánimo, sino que, consciente de sí mismo, de Dios y de las cosas con arreglo a una cierta necesidad eterna, nunca deja de ser, sino que siempre posee el verdadero contento del ánimo. Si la vía que, según he mostrado, conduce a ese logro parece muy ardua, es posible hallarla, sin embargo. Y arduo, ciertamente, debe ser lo que tan raramente se encuentra. En efecto: si la salvación estuviera al alcance de la mano y pudiera conseguirse sin gran trabajo, ¿cómo podría suceder que casi todos la desdeñen? Pero todo lo excelso es tan difícil como raro."

domingo, 5 de febrero de 2012

Fantasía del instinto.

                                             Algún rincón por el valle del Pas- Cantabria-Sept-2010  


Voy a salir al aire puro y frío.
El corazón se alterará por lo que debe,
La supervivencia del animal que albergo.

(Pies helados, uñas sucias,
La piel ensangrentada.
El barro resecado)

Proclamará la noche
Nuestro único triunfo verdadero.
Sobrevivir al día.

M.G.

viernes, 3 de febrero de 2012

Llega un bendito día.

                                             Naturaleza infame - Macedonia - Jun/2010

Me vuelvo zen y no saco conclusiones. Perduro,
mientras el sol de enero ilumina mis manos al teclado.
Mientras escucho el ronquido suave de mi madre,
Y la lavadora centrifuga.
Entre gota y gota de la sangre que mana de la herida.

Tintinean los hielos en el licor que bebo.
Y no sé si se sucede el paso o el camino.

Llega un bendito día en que uno,
ya no se desespera.
M.G.

Fin de año


                                             "abrazos gratis" Banda de Marcial - Navidad-2011

Estoy feliz. FELIZ con mayúsculas. (Hoy ya sé que no es posible "ser" feliz, sino sólo "estar"; y es mucho.)

Escucho el cd que nos grabó Claudio y nos regaló a todos los que hicimos la preciosa excursión por la llamada "Sierra Pobre" de Madrid, para acabar en Prádena del Rincón, donde cenamos y celebramos su reciente cincuenta-y-muchos cumpleaños.

Y digo que estoy FELIZ con mayúsculas porque rescato la onda. La buena onda que siempre me acompaña, a veces agazapada debajo de todos los estratos del dolor de aquellas tres heridas que refería Miguel Hernández: la de la vida, la de la muerte, la del amor.

Hoy, este 31 de diciembre de 2011 el sol entra por los cristales sucios del salón de mi casa (ahhhh!!! mi caaaaasaaaaaa!!!!) Y siento mucha fuerza dentro de mí, una fuerza que toma formas de compromiso regio. La fuerza de seguir amando (y amándose) y la de perdonar (y perdonarse).

Vida es camino.

Feliz año nuevo, de todo corazón
M.G.


Torpezas.

No sé muy bien por qué me acuerdo tanto de mi padre cuando vengo a mi casa. Será la soledad o la distancia física con los míos, a quienes siento ahora tan cercanos. Será porque en mi casa pensaba mucho en él cuando aún vivía.
Me temo que no se acercan días fáciles para los que hemos perdido a alguien muy cercano. Perder a alguno de los padres, luego a los dos, es algo que se supone debemos conocer tarde o temprano, aunque diría que es algo muy distinto cuando se tienen hijos. Imagino que se aceptará mejor el paso de la vida, sabiéndose realizado en esos aspectos tan humanos, tan primarios. Se tienen hijos, luego perdemos a los padres. "Ley de vida".
A veces se me olvida que ha muerto el viejo, y entonces cuando vuelvo a acordarme, un latigazo agudo de dolor me devuelve a la consciencia, a la incredulidad. Es como si estuviera viéndonos desde alguna parte o fuera a volver de alguna ausencia temporal.
Hoy he recordado aquellas veces que me permitía faltar al colegio por la tarde para acompañarle a dar un paseo por los campos cultivados de trigo, o el cereal que fuera, que aún había a las afueras de Leganés. Atravesábamos aquellos sembrados caminando por el terruño de sus lindes. Cierro los ojos y me parece verles a los dos: un tipo delgado, alto, con las manos cruzadas a la espalda y una niña introvertida que camina a unos metros por detrás de él, ambos en silencio.
Recupero recuerdos olvidados.
Y me invade una piedad infinita dentro del pecho, que lo desborda y me anega dolorosamente los ojos de nuevo. Por todos los padres y todas las hijas del mundo. Por todos los abrazos que no nos dimos mi padre y yo. Por todos los afectos que, a lo largo de la vida, no podemos o no sabemos expresar.


M.G.

Parecido al amor.


                                             Macedonia - Junio/2010


Si tú supieras lo que contiene mi silencio.
Si tú supieras qué ocurre en mí cuando me hablas,
Cuando estás cerca… Ni yo puedo creerlo.
Si yo pudiera amar, habría de ser posible,
en lugar de este desastre vergonzoso.

Que pase pronto el tiempo.
Que ocurra lo que sea para que yo te odie.
Para que yo no sienta como siento.
Que ni siquiera me atrevo a desearte.
Qué vehemencia pueril. No me perdono.

M.G.


 

Setas, tortas y humo.

                                             tienesplaneshoy.blogspot.com

He tenido que ausentarme de la charla micológica varias veces para toser a gusto sin molestar. No sé dónde hacía más frío, si fuera o dentro, donde un tal Rogelio conducía la presentación audiovisual sobre el fascinante mundo de las setas. Estábamos en un “txoco”, aunque en Soria, acristalado y lleno de artilugios de labranza. También, sobre una mesa alargada cubierta de un plástico blanco, unas veinte o treinta setas distintas, recolectadas durante esta semana para ser mostradas hoy. El clima no ha sido el favorable para que luego, el paseo “recolector” sea fructífero. Alguien del grupo, que ha traído cesta y rastrillo, al mencionar la amanita cesárea comenta que en la Roma antigua, algunos murieron por comerla. Rogelio sonríe y explica: se cuenta que algunos esclavos perdieron la vida como castigo por haber sido sorprendidos al recolectar o comer aquel manjar destinado exclusivamente a los césares, de ahí su nombre.
Chus y yo hemos prescindido del paseo y nos hemos venido al pueblo a comprar la prensa del domingo y dar alguna vuelta por Vinuesa. Hemos entrado en el bar
E., y a medida que nos hemos ido quitando capas y capas de ropa, los sentidos nos han empezado a obsequiar con el silencio ensordecedor que reina en este sitio, interrumpido por los ruidos del señor que, al otro lado de la barra, manipula la cafetera y por el crepitar y el chisporroteo de la leña y el fuego en la chimenea, el olor del embutido que cuelga cerca de ella, arriba en el techo, la luz tenue que a intervalos se inunda de un sol que entra haciendo brillar las gotas de lluvia en los ventanales.

Para el segundo Ribera, me siento en confianza para preguntarle a Florentino, el dueño del bar, cómo ha conseguido esta delicia de pan que nos pone con las tapas. Resulta que es una torta de aceite, y cuando me indica dónde comprarlo, y estoy a punto de doblar la esquina, ya en la calle, me llama desde la puerta del bar y me dice, que si ya no quedan, pues que le coja dos barras y me da una de sus tortas. Y efectivamente, ya se han vendido todas, pero cuando estoy a punto de salir, la panadera me dice que me lleve una torta pequeña que se había guardado para su propio consumo. Que no pasa nada. Que su marido hoy no está en casa y que para ella sola, que se coge otra cosa. Salgo agradecida y conmovida por la amabilidad visontina.
A la vuelta, cuando le cuento a Florentino la coincidencia de su actitud con la de la panadera, añade:
.- Claro! Como que somos amantes.- .
.- Pues que sepas que hoy no está su marido.- Le digo yo. Reímos.
Después, un señor mayor que se toma un café, nos pide permiso para fumarse un cigarro dentro del bar.
.- Pues si usted fuma, fumo yo.- dice Chus. Al final, acaban saliendo los dos fuera. Hablo con Florentino distendidamente sobre la vida en los pueblos y en las ciudades. Es un tipo peculiar, algo ácido, pero con cierto sentido del humor, aunque él apenas se ríe. No me lo dice, pero juraría que él no ha vivido siempre aquí, en el pueblo. Entra otro hombre en el bar, que resulta ser el torero de una de las fotografías que adornan las paredes. Vuelven Chus y el señor fumador. Entran cuatro cazadores muy jóvenes. Los vapores del Ribera y el calor de la chimenea nos ponen una sonrisa floja a mi amiga y a mí. Los cazadores nos miran, y se ríen a hurtadillas de sus propios comentarios. Qué auténtico y nada sofisticado es todo en este lugar…
Entra un nuevo personaje. Se detiene unos instantes al cerrar la puerta tras de sí. Echa un vistazo a la escena. Identifica y exclama:
.- Uy! Leña verde, gente joven: todo humo.-
Y la prensa sin abrir.


M.G.